En la ciudad francesa de
Evian-les-Bains, se firmaron el 18 de Marzo de 1962 los acuerdos de alto el
fuego, que marcarían el inicio de la independencia de Argelia de los franceses,
ocupantes de su territorio desde 1830. Dos referéndums mediante y
tras un periodo de gobierno provisional dirigido por Ferhat Abbas, el pasado 5
de Julio Argelia accedía a la independencia y Ahmed Ben Bella era elegido el
primer presidente del nuevo Estado africano.
El Frente de Liberación
Nacional se convertía en partido único de un régimen presidencialista que
apostaba por el socialismo autogestionario, el nacionalismo económico y un
islamismo moderado. En política exterior se integraba en el grupo de los países
no alineados que surgió tras la conferencia de Bandung en 1955.
El FNL tenia por delante la
difícil tarea de poner en marcha una nación, de un territorio maltratado duramente
por Francia durante los años que perduró la colonización, de dotar al pueblo
argelino de una identidad muy desdibujada por el proceso de asimilación que
sufrieron por parte de los franceses.
Económicamente los franceses
expoliaron todas las riquezas naturales argelinas, además de las tierras. La
colonia se hace con los mejores terrenos del país y los obreros agrícolas son
sustituidos por la máquina. La población rural emigra a la ciudad, donde acaba
convertida en esclava de los empresarios franceses: Los argelinos se ven
obligados a buscar en Francia los empleos que Francia les niega en Argelia.
Francia dejó en manos del
FLN un país sumido en la extrema pobreza, con un 80% de la población analfabeta
y una salud pública inexistente. Durante los años que el país permanece bajo el
dominio francés, a los argelinos se les niega el derecho al uso de su propio
idioma y usa la religión para mantener al pueblo bajo control. En Argelia,
Francia no puede permitirse ser Republicana en cuestión religiosa; eso queda
reservado para la metrópoli.
Antes de obtener la
independencia, varias fueron las veces que el pueblo argelino creyó había
llegado el momento de crear una nación libre; la respuesta francesa siempre fue
la represión brutal: la insurrección de Constantine se saldó con 45.000
argelinos muertos o desaparecidos.
La guerra de Argelia que
condujo a la independencia acabó con 500.000 muertos, sin el reconocimiento de
ambas partes respecto al uso de métodos de represión y tortura; como describía
un titular de la época con una herencia de “miseria” que podía ser la
explicación de muchos de los hechos que han ocurrido a posteriori.
Es el principio de la historia
política de un país cuyo presente se enfrenta un futuro incierto. Después de
las revueltas producidas en los países vecinos, las autoridades argelinas
prometieron una primavera a la argelina, tranquila, sin violencia, muy distinta
de las imágenes que llegaban desde Túnez o El Cairo. La oportunidad llegaba con
las elecciones legislativas de mayo. Las novedades que iban llegando desde el
gobierno nos hicieron creer que Argelia apostaba por una transición pacifica: se
aceptaban observadores extranjeros, supervisión judicial, urnas trasparentes, cuota
femenina y legalización de partidos políticos.
Sin embargo la “primavera
argelina” pronto se quedó sin brotes; lo que tardaron en darse el resultado de
las elecciones. El Frente de Liberación Nacional (FLN) y el Reagrupamiento
Nacional Democrático (RND) conseguían una mayoría absoluta mucho mas abultada
que la conseguida cinco años atrás que incluso les permitía prescindir de su
aliado islamista en el gobierno. El Frente de Fuerzas Socialistas (FFS) y los
islamistas más ortodoxos de Abdellah Yaballah, ilegalizados hasta ahora, eran
los únicos partidos de la oposición que aumentaban en escaños. La izquierda se
estancaba y la mayor sorpresa vino con los resultados obtenidos por la Alianza
de una Argelia Verde (AAV), coalición de tres fuerzas islamistas.
Los islamistas de la AAV se
daban por ganadores desde hacía semanas, pensando que el país seguiría la
estela de los países vecinos. Pero no fueron los únicos que protestaron; desde
la izquierda, Luiza Hanun, la Secretaria General del Partido de los
Trabajadores, acusó de al gobierno de amañar los resultados en beneficio del
FLN. Partidos políticos y organizaciones sociales, como sindicatos, periódicos
y otros movimientos que llamaron al boicot de las elecciones se vieron
reivindicados después de las mismas y creen que la única alternativa que le
queda al pueblo argelino es seguir el ejemplo de Túnez o Egipto.
Está claro que en el proceso
electoral, aunque validado por los observadores extranjeros y refrendado por
las felicitaciones llegadas desde la antigua metrópoli, el resto de Europa y
los EEUU persisten ciertas lagunas que hacen imposible dar por buenos los
resultados. En un sistema proporcional como el argelino una mayoría tan
abultada como la del FLN se hace imposible. En segundo lugar, el desgaste del
gobierno sólo afecta al socio menor del gobierno, los islamistas del MSP;
mientras, el FLN y el RND son premiados con mas votos y mas escaños.En tercer
lugar, sorprende aún más el caso del FLN cuanto el partido sin el que no se
entendería la historia argelina se encuentra desde hace mucho inmerso en una
lucha interna entre diferentes corrientes y un comité central muy dividido. En
cuarto lugar, el resultado obtenido por los partidos de izquierda FFS y PT más
algunos partidos menores hubiera sido mucho mayor, de no haber existido esta
presunta manipulación de los resultados electorales. Y por ultimo, desde el
Ministerio del Interior se negaron a que los partidos pudieran estar en el escrutinio
provincial y nacional; se les negó el acta electoral a los observadores
extranjeros, además de alguna que otra deficiencia mas que proyectan una sombra
sobre la nueva asamblea y sobre todo, sobre la verdadera voluntad democrática
de Bouteflika.
Con estos resultados, no se
puede decir que haya motivos para la esperanza. Es cuestión de tiempo de que
acabe produciéndose una explosión social. Será la sublevación popular la que
tenga que poner fin a un régimen que ha basado sus reformas en consolidar su
status quo.
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