El 17 de Junio los franceses acudían
a las urnas en la segunda ronda de las elecciones legislativas. Y se daban dos
hechos contradictorios que reflejan la realidad de la Francia del siglo XXI.
Por un lado, la ultraderecha
encabezada por Marie Le Pen; aunque ella ha fracasado en su intento,
regresa a la Asamblea Nacional con dos diputados: una será Marion Mérechal Le
Pen, nieta de Jean-Marie Le Pen y el otro el abogado Gilbert Collard. Un tercer
diputado ultra se sentará en el legislativo francés, Jacques Bompart; aunque no
en las filas de esa etiqueta política que se inventaron los ultras llamada
Agrupación Bleu Marine. Estos es caños son el resultado del voto de esos
franceses que siguen viendo a los inmigrantes y a los franceses hijos de
inmigrantes como la causa de todos sus males. Como el chivo expiatorio de su
miedo ante el paro, el deterioro de los servicios sociales o la inseguridad en
las calles.
Por otro lado, algo muy importante se
ha movido en dirección contraria. El espíritu con el que se identificó a la
selección francesa ganador del Mundial de Futbol del 98, el “black, blanc,
beur” ha aparecido en la Asamblea Nacional Francesa. Una docena de diputados y diputadas llevan
apellidos de origen árabe o africano y el color blanco ya no es el único que se
vera en las filas del hemiciclo. Malek Boutih responsable de SOS Racismo entre
1999 y 2003, Pouria Amirshahi iraní de nacimiento y responsable de
la cooperación dentro del Partido Socialista o Seybah Dagoma, adjunta del
Alcalde de Paris y responsable de la economía social y solidaria, formarán
parte desde ahora de el Palais Bourbon.
Esta es una Asamblea Nacional que
refleja mucho mejor la realidad de Francia y más, teniendo en cuenta que todo
estos diputados lograron sus escaños a través de listas abiertas, aunque hay
que resaltar que bajo el paraguas de la izquierda y concretamente del PS. En
este sentido hay que reconocer que los socialistas lo han hecho bien,
apostando por la paridad de géneros y por la diversidad racial. Queda mucho
trabajo por hacer en este campo, porque Francia sigue sin aceptar a sus hijos
de piel oscura o a los que rezan cinco veces al día. El espíritu black, blanc,
beur que ahora ha vuelto a aparecer, desapareció acabadas las celebraciones por
la victoria en el mundial. Años después suburbios de muchas ciudades francesas
ardieron, con la derecha provocando constantemente desde el poder a una
juventud francesa de nacimiento pero que no se sentía tal, con falta de
expectativas, reduciendo el presupuesto para las asociaciones que trabajan en
los barrios y haciendo creer al país que inmigración y delincuencia eran la
misma cosa.
La integración sigue sin producirse
al día de hoy, el paro entre hijos de emigrantes es el triple del de los hijos
de franceses de padres franceses, y la posibilidad de encontrar trabajo para
ellos es mucho menor, independientemente de la titulación. El lema Liberté, Egalité y Fraternité
no entra a la banlieue, los suburbios franceses a los que el gobierno de Hollande tendrá que presta la atención que no prestó Sarkozy. Un Sarkozy que ha
optado estas legislativas por escorarse aun mas a la derecha y presentar un
programa electoral calcado al de la ultraderecha. Y como yo siempre repito en
estos casos, el electorado, entre el original y la fotocopia, siempre elige el
original. Fruto de ese devenir a la derecha ha sido que en la bancada
conservadora no haya diputados que refleje la diversidad de la sociedad
francesa.
Aunque de haber sido francés mi
opción política no hubiera sido la de los socialistas, es justo reconocerles
que al menos en el campo de la diversidad y la integración han empezado a
moverse, aunque sea tarde. Pero ya sabemos que los partidos siempre van por
detrás de la sociedad. Unos mas que otros.
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