El mundo desde mi mac

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martes, 18 de agosto de 2015

Puerto Rico no es Grecia (aunque se empeñen)

En los últimos meses la crisis económica que vive Puerto Rico viene acumulando titulares y cunden las comparaciones con Grecia o Detroit, pero aunque puedan encontrarse semejanzas, la situación de la isla caribeña tiene características propias y Puerto Rico solo se parece a si mismo.

Lo que la mayoría de los informes destacan es la debacle fiscal de proporciones inéditas que impide al país cumplir con las obligaciones contraídas con sus acreedores. Diversos factores han contribuido a que se haya acumulado una deuda pública de 73.000 millones de dólares que, sumada a los compromisos de sus sistemas de retiro y los costos del sistema de sanidad, se convierte en la astronómica cantidad de 167.500 millones de dólares, aproximadamente. Una cantidad que no se podrá satisfacer sin afectar adversamente las operaciones del Gobierno y los servicios a la ciudadanía. A principios de este mes Puerto Rico dejo de realizar varios pagos requeridos para amortizar parte de esa deuda, los correspondientes a una emisión de deuda de una de sus agencias públicas, la Corporación de Financiamiento Público (CFP). Por primera vez en 100 años una corporación publica dejo de pagar unos bonos. Quedaba demostrado, por si quedaba algún tipo de duda, lo que el gobernador del país, Alejandro García Padilla, reconocía públicamente unos meses antes, que las cuentas de la isla estaban en rojo.

Las dificultades fiscales del país, de 3,6 millones de habitantes, que desde 1898 está bajo la soberanía de Estados Unidos tiene en ascuas a los grandes acreedores de Puerto Rico. Desde individuos a aseguradoras, fondos de alto riesgo, cooperativas, bancos, instituciones eclesiásticas o planes de pensiones que tienen razones de sobra para ver peligrar ese dinero. Una coyuntura que ha obligado a los diferentes Ejecutivos del PPD (Partido Popular Democrático) a tomar medidas de austeridad desde 2009 que han conducido al despido de trabajadores, la modificación de planes de pensiones y recortes en los servicios públicos. Y también a que mas de 50,000 puertorriqueños abandonen anualmente la isla, en la que es la ola migratoria de isleños hacia el continente más grande del ultimo siglo, para procurar mejor porvenir en la Costa Oeste y el Sur, California, Texas y Florida – donde viven cerca de 300.000 puertorriqueños –.

Con todo lo que esto supone, la difícil situación fiscal en la que se encuentra la isla, a la que se suma una profunda recesión económica que ya lleva casi una década, es solo un síntoma de problemas estructurales mucho mas profundos, como es la carencia de un desarrollo económico endógeno sostenible. Una característica constante durante los 117 años que hace que España cediera la isla a los Estados Unidos tras la firma del Tratado de París. Aun en sus momentos de mayor crecimiento económico, entre 1950 y 1970, Puerto Rico – convertido en 1952 en Estado Libre Asociado – dependió excesivamente de la inversión extranjera, principalmente estadounidense, para crear empleos y generar riqueza, un dinero que en gran parte retornaba a su país de origen.

Desde hace tiempo, Puerto Rico también exhibe serios problemas sociales: un índice del paro del 12% (alto para el estándar norteamericano), una de las tasas de participación laboral más bajas del Hemisferio Occidental (el porcentaje de los mayores de 16 años que trabaja o busca trabajo es del 40%) y un alto índice de pobreza (45% de la población), además de un aumento importante de los niveles de criminalidad, sobre todo relacionada con el narcotráfico y la violencia en un país donde existe un millón de armas inscritas puesto que la Constitución de EEUU permite la libre tenencia de armamento.

Luego está el tema de la relación con Washington. Puerto Rico no es un Estado de la Unión, pero tampoco es un país soberano. La isla fue retirada de la lista de territorios coloniales de la ONU  mediante resolución de la Asamblea General en 1953, a raíz de aprobarse la constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en 1952 pero quedo plenamente subordinada a los poderes plenipotenciarios del Congreso, en franca contradicción de cualquier intención descolonizadora.

Esto significa que Puerto Rico ha de enfrentar sus crisis dentro de los parámetros fijados por la Constitución de Estados Unidos y la indiferencia de un Congreso estadounidense ante el cual la isla no tiene representación, salvo un delegado con voz pero sin voto. Muchas de esas determinaciones han contribuido a crear o profundizar las crisis recurrentes. Por ejemplo la norma que establece la prioridad al pago de la deuda publica en detrimento del interés ciudadano, la eliminación de la sección 936 o la llamada Ley Jones, que requiere que el cabotaje entre puertos estadounidenses sea realizado por barcos y tripulación estadounidenses, lo que encarece innecesariamente los costos de transporte por los casi 1600 km que separan su costa oeste de la costa suroeste de Florida, la más cercana de la zona continental de Estados Unidos. La crisis fiscal actual ha demostrado la necesidad de reformas sustantivas, que son poco probables, a las leyes estadounidenses que subordinan a la isla en tanto territorio no incorporado de Estados Unidos. Entre otras la que impide que Puerto Rico invoque la protección de la corte federal de quiebras (Capitulo 9) como hizo en su momento Detroit.

El delfault es una consecuencia más de un modelo que parece acabado. El mundo ha cambiado y Washington no puede seguir manteniendo el experimento constitucional que urdió a finales de la administración Truman, cuando la Unión Soviética y Estados Unidos se dividían el mundo. Difícilmente podrá las mas pequeña de las Antillas españolas  despegar económicamente ni encontrar su sitio en el tablero económico internacional, mientras no ejerza el control político sobre su economía, hoy sujeta al férreo marcaje del Congreso estadounidense.






























viernes, 22 de mayo de 2015

Isabel Allende, presidenta del Partido Socialista de Chile

En el mismo Salón de Honor del Congreso donde su padre – Salvador Allende Gossens – asumió como Presidente de la República en 1970, la tercera hija del matrimonio de Salvador Allende y Hortensia Bussi, la senadora Isabel Allende Bussi, se convirtió hace pocos días en la primera mujer en asumir la jefatura del Partido Socialista (PS) en sus 82 años de historia local. Fue una ceremonia cargada de simbolismos donde la parlamentaria recordó constantemente al presidente que ha marcado a fuego y sangre la historia del pueblo chileno.

Nacida en Santiago de Chile hace 70 años, Isabel Allende, llegó a la presidencia cultivando un perfil dialogante, abierto y conciliador y levantando la bandera de incondicionalidad hacia el Gobierno de Michelle Bachelet, también militante socialista desde su juventud. La parlamentaria reiteró el apoyo hacia la presidenta y su compromiso hacia un “proceso constituyente”, con que el Ejecutivo de la Nueva Mayoría – la coalición política que marco el fin de la Concertación y el nacimiento de un nuevo referente político amplio de centroizquierda – pretende poner en marcha una nueva Carta Magna que reemplace a la de Pinochet de 1980. Pero a pesar de sus reiterados apoyos a la presidenta, la llegada a la presidencia del partido de Allende coincide con una tensa relación con el gobierno, después de la traumática pérdida de dos ministros en el último cambio de gabinete. Las salidas de Alberto Arenas de Hacienda y de Álvaro Elizalde de la secretaria general del gobierno (que ejerce funciones de portavoz del Gobierno) fueron un golpe duro de asumir para los socialistas. De hecho, muchos vieron en la disminución de la presencia del partido en el gabinete un golpe directo a la recién electa presidenta.

El triunfo de la senadora por Atacama en las internas socialistas del pasado abril fue una sorpresa en la política local. Superó las expectativas en todo sentido. Tanto por la cantidad de militantes que llegaron a votar – cerca de 25 mil, superando todo pronóstico – como por la abrumadora mayoría individual que obtuvo. Medía fuerzas con un dirigente histórico, Camilo Escalona, impulsor de los inicios de Bachelet y compañero en la clandestinidad durante la dictadura al que se impuso por mas de 7000 votos de diferencia.

Desde el retorno a la democracia en 1990 Allende ha estado en primera línea tanto desde sus cargos en el Parlamento como en el partido. En marzo de 2014 se convirtió en la primera mujer en asumir la presidencia del Senado, un puesto que su padre tuvo entre 1966 y 1969, antes de llegar a ser presidente en su cuarto intento. Hace algunas semanas una encuesta política del Centro de Estudios Públicos (CEP) la señaló como la política mejor valorada del oficialismo – con un 45 por ciento de menciones positivas, superando a Marco Enríquez-Ominami y los ex Presidentes Ricardo Lagos y Sebastián Piñera – como de la oposición. Aunque Allende ha evitado referirse a un futuro presidencial, en las filas socialistas se comenta un escenario evidente: si en este momento el oficialismo celebrara primarias para elegir a su candidato para las elecciones de 2017, con probabilidad la elegida sería la hija del expresidente. Sera clave la estrategia electoral que elabore al mando del PS, pensando en el primer desafío que tiene que afrontar, las municipales del próximo año. En dicho plan, su figura puede ser fundamental para apuntalar a los candidatos a alcaldes y concejales y en consolidar su opción como principal figura de la izquierda chilena.

En Chile han explotado liderazgos femeninos muy importantes en los últimos tiempos. En 2012 Maya Fernández – nieta de Allende – Carolina Tohá y Josefa Errázuriz fueron la sorpresa de las elecciones municipales al arrebatar el puesto a veteranos alcaldes de la derecha, una gran derrota para el entonces presidente Piñera y quizá el preludio de la caída del centro-derecha en las generales de 2013 en las que se impuso La Nueva Mayoría. En marzo de 2014 la presidenta Bachelet comenzó su segundo período, después de haber vencido con el porcentaje de votos más alto cosechado por ningún presidente desde el retorno de la democracia. La principal multisindical del país, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), está liderada desde hace tres años por la comunista Bárbara Figueroa, y la estudiante de arquitectura Valentina Saavedra, es la presidenta de la principal federación de estudiantes de Chile, con la reforma educativa convertida en columna clave de la administración de Michelle Bachelet. Pero la representatividad política femenina sigue siendo baja: las mujeres apenas alcanzan un 16% de la Cámara de Diputados y del Senado, un 13% de las alcaldías y un 25% de las concejalías y, de los 23 asientos del consejo de ministros, sólo siete están ocupados por mujeres.

* La imagen proviene de la página del sitio de Historia Politica de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile

miércoles, 29 de abril de 2015

Islandia dice no a Europa

La Unión Europea se está muriendo”, escribió el politólogo norteamericano Charles Kupchan en 2010, en el arranque de la crisis del euro. “No una muerte súbita, sino una tan lenta y constante que un día nos daremos cuenta de que la integración europea dada por hecha durante el último medio siglo ya no es”. Cinco años después el diagnóstico de Kupchan es más creíble. El abandono de las negociaciones de adhesión por parte de Islandia, evidencia la perdida de atractivo de lo que un día fue uno de los grandes poderes geopolíticos a escala global. El argumento del gobierno conservador islandés es escueto, pero sustancioso: los intereses del país se pueden defender mejor sin formar parte de la UE.  Se ponía así fin al proceso de integración iniciado en 2009.

Con una agenda ampliadora repleta de candidatos – unos efectivos, otros potenciales y otros tan solo vecinos con aspiraciones de ir más allá, sobre todo en el terreno comercial – como trufada de problemas – la deriva autoritaria de Erdogan, el veto griego a Macedonia, el problema de Kosovo, las asignaturas pendientes de Serbia o la crisis bosnia por citar solo unos cuantos - la retirada de la candidatura islandesa anunciada por el Ejecutivo de Reikiavik podría incluso ser recibida con alivio en Bruselas.

Del mismo modo, con una agencia política desbordada por urgencias de todo tipo – la crisis de los refugiados, el desafío de Syriza, el referéndum británico, una posible replica de la crisis económica o la deriva autoritaria en Rusia por citar, de nuevo, solo los más salientes – que una isla perdida en mitad del Atlántico norte, con 300.000 habitantes, en la que todos pueden haber compartido parvulario y un PIB por debajo del de Kosovo – con un crecimiento para este año y el próximo del 3,5% y del 3,2%, respectivamente según previsiones del FMI - haya decidido mantener sus relaciones con la Unión  en los términos en los que éstas estaban planteadas antes de iniciar las negociaciones de adhesión, no debería de suponer el mas mínimo contratiempo para el club de los 28.

Y más todavía teniendo en cuenta que se trataba de un desenlace en extremo previsible. Las discrepancias con respecto al ingreso en la Unión vienen de lejos, casi desde el momento en que fue solicitado en mayo de 2009. La entonces primera ministra Johanna Sigurdardottir, que encabezaba una coalición de gobierno entre socialdemócratas y verdes, formalizaba la adhesión en respuesta a la grave crisis financiera que puso al país al borde del colapso un año antes pero falta desde el primer momento del necesario consenso entre las principales fuerzas del arco parlamentario: 33 votos a favor, frente a 28 en contra. Pero el entusiasmo de los islandeses por la adhesión se fue desinflando conforme el país empezó a recuperarse económicamente - está a punto de recuperar todo el terreno perdido durante la crisis de 2008 y 2009 y de incluso superar su nivel previo al declive – y su candidatura quedó herida de muerte desde el momento en que los liberales del Partido del Progreso y los conservadores del Partido de la Independencia relevaron a la coalición de izquierdas en Stjórnarráð ( la Moncloa islandesa).

Aun así, sería un tremendo error que la Unión Europea – que vive una cierta fatiga de ampliación – no extrajera conclusiones de la decisión tomada por Reikiavik – para muchos una boutade tratándose de un país con una población parecida a la de Córdoba – porque aun siendo desde casi todos los puntos de vista insignificante la candidatura islandesa servía cuando menos para acreditar que la Unión no solo era capaz de atraer a países como los balcánicos, que siguen sin resolver sus problemas de fronteras, relaciones étnicas y corrupción, sino también a democracias modélicas y elevados niveles de vida, como Noruega o Suiza, unidas por su desconfianza en las instituciones europeas y en su falta de interés en ir mas allá en su grado de integración en la Unión.

La economía es sin duda la primera de las prioridades para los gobiernos europeos, pero el proyecto de una Europa unida es más que la economía y eso debería de obligar a sus lideres a interrogarse ¿Para qué ciudadanos y para qué tipo de países resulta atractiva, a día de hoy, la Unión Europea?

jueves, 26 de marzo de 2015

Hillary Clinton: la candidata 'inevitable'


Queda poco mas de un año para los caucus de Iowa el evento inaugural de las primarias que decidirá a los designados, y dos años para las elecciones presidenciales – en política americana es una eternidad casi infinita – que elegirán al sucesor del demócrata Barack Obama. Muchos esperaban que Hillary Clinton tal vez anunciaría su candidatura poco después de las elecciones de mitad de mandato del pasado 4 de noviembre, para desviar la atención de las pérdidas sufridas por los demócratas, pero no lo ha hecho todavía y Barack Obama – que busca alejarse al máximo de la imagen de pato cojo al que no le queda nada por hacer – ha cambiado el relato con noticias llamativas como su acuerdo con China sobre el clima, el decreto sobre inmigración o la restauración de relaciones diplomáticas con Cuba ¿Qué va a pasar, pues, con Hillary Clinton y la ya cercana elección presidencial de 2016?

Por ahora, la exjefa de la diplomacia norteamericana está disfrutando de las ventajas de ser una candidata extraoficial, lo cual no solo le permite ganar tiempo sino que le da margen para eludir cuestiones políticas delicadas que pueden contradecir o no las decisiones de Obama. La petición de poderes bélicos hecha por Obama al Congreso para continuar la lucha contra el Estado Islámico o el oleoducto Keystone XL – la construcción de una tubería de 1.900 kilómetros entre Canadá y el golfo de México que el presidente ha bloqueado en el Congreso – son de las más peliagudas, puesto que dividen en dos a las bases demócratas, de modo que a Clinton le conviene no intervenir en la pelea. Por otro lado, cualquier medida de Obama que beneficie la inmigración es muy positiva para Clinton. Las encuestas señalan también que la inmigración sigue siendo uno de los temas que más preocupan a los 54 millones de hispanos que viven en Estados Unidos, la minoría racial más grande del país, un 17% de la población, clave en las próximas elecciones y tradicionalmente favorable al Partido Demócrata. Clinton tendrá que encontrar un delicado equilibrio entre el deseo de distinguirse de Obama – lo que esta claro es que ambos se necesitan mutuamente – y la necesidad de ser una candidata a la que sus partidarios quieran votar y donar dinero en 2016. No tener que pronunciarse sobre asuntos políticos concretos facilita el esfuerzo.

A la exprimera dama ser la candidata extraoficial – la campaña de Hillary Clinton para el 2016 es el secreto peor guardado en Estados Unidos – le está viniendo bien. Aparte de ganar tiempo y margen de maniobra en las cuestiones políticas – Clinton es conocida por su indefinición en cuestiones esenciales para las bases demócratas – también le beneficia retrasar la avalancha de comentarios negativos que surgirán en los medios en cuanto haga el anuncio oficial. Además, si Clinton comienza su campaña muy por delante de sus posibles rivales, el votante podrá cansarse de ella (y su inevitabilidad) incluso antes de que empiecen las primarias. Lo que esta claro es que la campaña de Hillary Clinton puede que sea una de las más largas de la historia, ya que la exsecretaria de Estado lleva meses en lo que se podría considerar la precampaña de la campaña.
Si finalmente es candidata a la Casa Blanca, Clinton no solo será una de las personas más cualificadas que han aspirado a la Casa Blanca, sino que será probablemente la candidata con la campaña mejor preparada de la historia. Existen ya varios súper PAC (Comités de Acción Política, organizaciones sin ánimo de lucro que recaudan y gastan dinero para promover a los candidatos) y en las últimas semanas se han filtrado los nombres que integrarán la jefatura de la campaña, una explosiva combinación de los estrategas más fieles a los Clinton y los asesores que ayudaron a Obama a vencer a Hillary en las primarias de 2008. Destaca el nombre de quien está ya al mando de la campaña: John Podesta, un “clintonino” hasta la medula, fundador del Center for AmericanProgress, un 'think tank' progresista, muy próximo al Partido Demócrata que contara con la ayuda de Jennifer Palmieri como directora de comunicación, Joel Beneson como jefe de estrategia y Jim Margolis en relaciones con los medios y provenientes todos ellos de la administración Obama.
Hillary Clinton es (a su pesar) la "candidata inevitable" de los Demócratas  frente a un elenco republicano más amplio que incluye personalidades emergentes, como el senador Rand Paul, hijo de la estrella de la derecha libertaria, Ron Paul, y representante de una nueva derecha, cercana al populismo del Tea Party. Pero la lista de republicanos que han insinuado su disposición a batallar por la nominación es larga: desde el doctor Ben Carson, un conservador afroamericano del Tea Party, a Scott Walker gobernador de Wisconsi al senador por Texas Ted Cruz, el niño bonito del Tea Party, a otro político —como Cruz, de origen cubano—, el senador por Florida Marco Rubio, pasando por el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, o el exgobernador de Florida Jeb Bush, hermano e hijo de presidentes.
La elección presidencial es un proceso tortuoso que dura casi dos años y en el que cualquier pronostico es arriesgado. En 2006 Clinton también era la favorita, la candidata inevitable, pero dos años después era un semidesconocido Barack Hussein Obama, el que accedía a la Casa Blanca.