En un país donde la
xenofobia se esconde detrás de la inclinaciones y las sonrisas corteses, Shintaro Ishihara, el Jean-Marie Le Pen de la política nipona quiere
convertirse a sus 80 años en la sorpresa de las próximas elecciones japonesas. Unas
legislativas que en los mentideros políticos de Tokio se dan por anticipadas.
Ministro en varios gabinetes
del Partido Liberal Democrático (PLD) y Gobernador de Tokio desde 1999,
Ishihara ha decidido formar su propio partido, una fuerza política a la derecha
de la derecha nipona.
Cada 18 de septiembre, China
conmemora el aniversario de la invasión japonesa, haciendo sonar sirenas en
honor de los fallecidos durante la ocupación. Un periodo recordado con
humillación en la memoria colectiva china, en el que murieron mas de 300.000
personas y donde 200.000 mujeres fueron víctimas de abusos sexuales, por parte
de los soldados del emperador Shõwa. Este año, Ishihara, que
sigue utilizando “Shina” un término peyorativo asociado a la ocupación japonesa,
para referirse a la República Popular, se ha encargado de que la conmemoración
haya terminado en una crisis que a punto ha estado de acabar con la estabilidad
regional.
Su anuncio de que celebraría
una colecta para comprar el archipiélago de las Sensaku (ricas en recursos energéticos
e intereses geopolíticos) obligó al primer ministro Noda a actuar como una
especie de antiinflamatorio, adelantarse a los planes del gobernador e intentar
evitar que las siempre difíciles relaciones entre los dos vecinos fueran a
peor.
Con la compra, por casi 30
millones de dólares de las islas a su propietario privado (una familia
japonesa), el gobierno del Premier Yoshihiko Noda consiguió desactivar los
planes de Ishihara de hacerse con el archipiélago. Sin embargo no pudo evitar,
ni la ira del PCPch ni que el líder ultranacionalista capitalizara en torno a
su figura el contencioso territorial con Pekín, con sus constantes exabruptos
contra el pueblo y los líderes chinos. Las Sensaku se convertían en un
catalizador de los grupos mas nacionalistas del país del sol naciente y el
viejo zorro de la política nipona aprovechaba para hacer el anuncio de su
vuelta a la política nacional por la puerta grande, prometiendo en un discurso
en el que por desgracia empezamos a acostumbrarnos en Europa, “restaurar la
grandeza nacional”.
El autor de “El Japón que sabe
decir no” (un himno al patriotismo mas ultra) fue reelegido para un cuarto
mandato el año pasado y será sustituido en el piso 17 del edificio del gobierno
municipal por Naoki Inose, vicegobernador desde 2007 y menos cercano a la
derecha radical que representa el que hasta ahora era su jefe. Lo que puede
servir para relajar el ambiente de crispación que vivía la ciudad últimamente,
entre otras cosas por el empeño de Ishihara de prohibir la venta del Manga
erótico (algo que solo se entiende si eres japonés) o por sus constantes
diatribas en contra de los inmigrantes (en uno de los países con las leyes de
inmigración mas estrictas) a los que acusaba del aumento de la criminalidad en
la ciudad.
Misógino, homófobo y
racista, Ishihara sabe que si los tokiatas le reeligieron poco después de
considerar como un “castigo divino” el Tsunami que asoló su país en 2011 y que
provocó el peor accidente nuclear de la historia, no tendrá ningún problema
para ponérselo difícil al próximo ganador de las elecciones japonesas.
Es imposible que gane, pero aspira
ser determinante para formar una mayoría de gobierno en la Cámara de Representantes, la Cámara Baja japonesa (donde solo 51 de sus 480 miembros son
mujeres). En un país que vuelve a escorarse a la derecha, por culpa de un
gobierno de izquierdas que ha decepcionado a todos aquellos que apostamos por
sus promesas de cambio y sobre todo creímos que su llegada al gobierno
supondría una auténtica renovación de la política nipona.
Tres años después, el PLD está
otra vez a las puertas de Kantei, aunque esta vez con el permiso de la
ultraderecha de Ishihara y los que decidan sumarse a su proyecto. Y parece que
candidatos no le van a faltar. El SPJ (Partido del Sol del Japón) liderado por el
revisionista Takeo Hiranuma ya le ha dado su apoyo. Ichiro Ozawa un “shogun” de
la política nipona y auténtico experto en travestismo político pudiera ser otro
de los que se suba al carro, intentando garantizarse el cargo que no tuvo con el
PDJ.
Pero lo que de verdad
debería de preocupar en las cancillerías extranjeras, sería un acuerdo entre
Ishihara y Toru Hashimoto, alcalde de Osaka (la tercera ciudad del país) una
mezcla de umberto Bossi fundador de la Liga Norte italiana y Paul Ryan compañero
de ticket de Rommey en las próximas elecciones norteamericanas. En una ciudad
que pasa por sus peor crisis económica y social, donde cunde la decepción con
la política tradicional, Hashimoto abogado de 43 años, ofrece las típicas
pseudo recetas de la ultraderecha, que aunque no resuelven nada, sirven como válvula
de escape momentáneo para la frustración del pueblo con las fuerzas políticas
de siempre.Y está dispuesto a repetir a nivel nacional su éxito a nivel local,
que según las encuestas podría traducirse en 60 asientos para el Nippon Ishinno Kai, la marca nacional de su partido.
Aunque difieren en
asuntos importantes, como la política nuclear de la que Ishihara en un firme
defensor y ante la que Hashimoto se muestra mucho mas ambiguo, seguramente les
pueda mas la ambición y acaben formando una alianza que altere la composición
del parlamento japonés tanto como el vuelco electoral de hace cuatro años
cuando, por primera vez en 54 años, la izquierda arrebataba el poder en las
urnas al Partido Liberal Democrático.