El 40 % de América Latina esta
gobernada por mujeres. Gane quien gane las próximas elecciones chilenas, el
porcentaje subirá casi al 45%. Y es que por primera vez en la historia de Chile
dos mujeres se disputaran el poder. La expresidenta socialista Michelle Bachelet y la actual ministra de Trabajo Evelyn Matthei, la primera mujer de la
derecha chilena que competirá por llegar a La Moneda.
El duelo que enfrentara a ambas
mujeres en los comicios de noviembre, vuelve a encender los focos sobre el auge
de las mujeres en el poder en América Latina, como ya lo hicieron en el 2012,
cuando Josefina Vázquez Mota se convirtió en la primera candidata femenina por
el Partido de Acción Nacional (PAN) para la presidencia de México. Unas
elecciones en las que finalmente acabo imponiéndose Peña Nieto, pero en las que
se despertó la ilusión de que por vez primera una mujer llegara a sentarse en
el sillón presidencial.
En los noventa, fueron Violeta Chamorro en Nicaragua y Mireya Moscoso en
Panamá; luego vino Bachelet y como un efecto domino, Argentina, Costa Rica y
Brasil siguieron los pasos. Las trayectorias por las que cada una llegó al
poder no son comparables: Desde la inexperiencia política de Chamorro a la
experiencia acumulada durante 17 años como congresista nacional de Cristina Kirchner o una Dilma Rousseff que formó
parte de uno de los más importantes grupos guerrilleros que lucharon contra la
dictadura militar instaurada en 1964.
Pero no solo han sido las
primarias chilenas; Las protestas contra el gobierno de Laura Chinchilla en
Costa Rica, las recientes primarias en Argentina, pero especialmente las
multitudinarias protestas ciudadanas del pasado mes de junio en Brasil – una mezcla entre las manifestaciones estudiantiles
chilenas y la caceroladas argentinas – también han sido motivo para volver a
centrar la atención sobre el poder de las mujeres en América Latina, en un contexto en el que, aunque el
crecimiento económico se ha frenado con respecto al periodo previo a la crisis,
las condiciones siguen siendo claramente mejores a las de las economías
avanzadas. Pero donde el abuso de poder y la corrupción, siguen siendo una
lacra en términos de crecimiento económico y de consolidación democrática, para
el desarrollo regional.
El caso chileno, donde por
primera vez dos mujeres aspiran a sustituir al presidente saliente – el liberal
Sebastián Piñera- confirma la tendencia a considerar a las mujeres una mejor
opción para revalorizar a una democracia, en objeto continuo de escrutinio en
el continente. Principalmente por la corrupción y el deterioro de la confianza
ciudadana en las instituciones públicas y la escasa credibilidad en la clase
política que esta genera.
No es una cuestión de que ellas sean mejores o peores que los hombres, pero si es
verdad que se ve a las mujeres más eficaces a la hora de gestionar los intereses públicos. Las
latinoamericanas han logrado en estos últimos años
los más espectaculares niveles de participación política femenina del mundo. Cuotas de poder altísimas que sin embargo siguen
sin disfrutar a nivel social, debido a la estructura conservadora de las
familias y al papel que se le otorga a la mujer dentro de ellas.
Durante muchos años las mujeres
no han tenido posibilidades de estar en el poder y hoy, es una realidad que
Gobiernos como el de Michelle Bachelet, Cristina Fernández o Dilma Rousseff lo
hicieron o lo están haciendo con relativo éxito. Todas ellas son vistas como
buenas administradoras, mas eficaces y mas comprometidas. Y a ello han ayudado
mucho programas sociales como Bolsa Familia en Brasil – mediante el cual se
distribuyen subsidios entre las personas más pobres y que beneficia a cerca de
14 millones de familias – o el Plan Familia en Argentina, en los que las beneficiarias
de las ayudas han sido las mujeres; Aunque tanto Fernández como Rousseff no
pasen ahora por su mejor momento político.
Para algunos expertos, la
cuestión tiene que ver con el hecho de que se sigue viendo a la mujer
"como la madre que vela por todo el mundo y que no va a meter la mano en
la caja". Y se muestran muy críticos al considerar que el hecho de que
estos programas se centren en la mujer exclusivamente es una razón instrumental
y no llevan necesariamente a una mejora de la condición de las mujeres en la
región. Creen que el mayor poder alcanzado por la mujer en el ámbito de la
política – o de la gestión publica – se sigue basando en una idea mas bien
conservadora.
Otros en cambio consideran que el
ascenso de la mujer en el sector publico – una participación mucho mas
igualitaria de las mujeres – ha ayudado y mucho a disminuir los actos de
corrupción en todos los países del continente. Que ha quedado demostrado que
otorgándole a la mujer mayor control sobre los recursos, ha disminuido el
impacto que la corrupción tiene en la vida de los
grupos con mayor vulnerabilidad social, y no solo en las mujeres.
Sin embargo para la mayoría sigue
siendo muy difícil confirmar la idea de que las mujeres son más eficaces en la
lucha contra la corrupción. Y lanzan esta pregunta: ¿Son menos corruptas o
sencillamente no lo han sido por no haber tenido el poder?,
Desde distintos programas de
genero del continente recuerdan que, a pesar de que la idea esté muy difundida,
“no hay evidencia de que sea así“ aunque destacan el caso de Dilma Rousseff en
Brasil como un ejemplo en positivo. A la presidenta brasileña – que fue
presentada como la madre que seguiría
cuidando de los más necesitados, después de la retirada de Lula , el “padre de
los pobres” – no le ha temblado el pulso a
la hora de cesar a ningún miembro de su gabinete que tuviera alguna sombra de corrupción.
Y no han sido pocos desde que llego a esa obra maestra que es Planalto.