Quizás no se encuentran entre los mas conocidos ni entre los mas
importantes, pero tanto estos dos, como los que detallare en mi próxima
entrega, son ejemplos de grupos armados con fuerte capacidad de desestabilización
territorial y política. Grupos de insurrectos que coinciden en su determinación
de cambiar – mediante una estrategia efectiva de
movilización social y conflicto armado – un régimen político, controlar un
determinado territorio o imponer su particular visión de la religión.
Independientemente de que alguno de ellos sea
noticia actualmente o de que lo pueda ser muy pronto, han sido seleccionados porque
a pesar de los miles de muertos que arrastran en sus siglas, son seguramente los
que tienen mas posibilidades de quedarse fuera
de la cobertura mediática. Forman parte de eso
que llamamos ‘conflictos olvidados’ dramas que hace mucho tiempo que no
ocupan las portadas de los informativos.
Ansaru (Nigeria)
Jama’atu Ansaril Muslimina fi Biladis Sudan – Vanguardia para la Protección de los Musulmanes en África Negra, comúnmente conocido como Ansaru- nació en enero de 2012 como escisión de Boko Haram (en idioma hausa, "la educación occidental es pecado" ) un movimiento islamista inspirado en los talibanes afganos fundado en 2002 cuya pretensión es imponer la sharia, ya presente en los Estados del norte desde 1999, en todo el país.
Ansaru, cuyo líder es Abu Usmatul al Ansari – algunos expertos dicen que
bajo el seudónimo se esconde Khalid al-Barnawi, uno de los tres terroristas
nigerianos mas buscados- esta formada
por una un grupo de militantes opuestos al liderazgo de Abu Shekau. Que esta al
frente de los talibanes nigerianos desde 2009,
tras la muerte de su fundador, Mohamed Yusuf, acribillado a balazos
mientras intentaba huir de una comisaría de Maiduguri, capital del estado
septentrional de Borno (fronterizo con Níger, Chad y Camerún). La ciudad a la
que había convertido en su guarida y en la que diez años antes se creara el
grupo radical.
El nuevo movimiento tiene estrechos vínculos con los principales grupos
terroristas que operan en el norte de Mali, Al Qaeda del Magreb Islámico
(AQMI), el Movimiento para la Unicidad del Yihad en África Occidental (Muyao) y
Ansar al Din (AD) que entre abril y agosto del pasado año consiguieron imponer
conjuntamente un dictado rigorista del credo islámico sobre cerca de millón y
medio de habitantes en el norte de Mali, en un territorio mucho mayor que
España, entre Mauritania, Argelia y Níger. Y que solo la intervención francesa –
aunque esta claro que no bastara con una acción militar, que además desprende
un fuerte olor neocolonial, para resolver los problemas de “ese escaparate de
la democracia africana” que un día fue Mali, según un articulo de Philippe
Bernard en Le Monde- ha logrado que abandonen.
Es esa estrecha relación con el terrorismo islamista que ha infectado a
buena parte de la franja del Sahel y la vocación mucho mas internacionalista de
los disidentes – la agenda regional por delante de la agenda local- una de las
razones que llevo a la separación entre Ansaru y Boko Haram. Y puede que
también la razón por la que Al Qaeda en el Magreb
islámico (AQMI) se decante por los de al-Ansari como compañeros de viaje a la
hora de intentar extenderse hacia el África Occidental, lo que incluye a la
propia Nigeria.
Aunque Ansaru y Boko Haram, compartan la yihad como el medio elegido para
lograr sus objetivos, los seguidores de al-Ansari – cuyo lema es “esforzándose y luchando por la causa
de Allah”- rechazan atacar a las personas por el mero hecho de no ser
musulmanas y se niegan a las matanzas indiscriminadas usando a terroristas
suicidas dispuestos a dar su vida por Ala o a la colocación de bombas en
lugares públicos. El objetivo de los mas o menos
mil combatientes de Ansaru parecen ser
los ciudadanos occidentales. La industria del secuestro – el mes pasado el
grupo justifico el asesinato de siete
rehenes extranjeros a los que había capturado en febrero asegurando que los Gobiernos británico y nigeriano
habían puesto en marcha una operación de rescate- además
de para financiarse le sirve para darse a
conocer y de paso atraer a sus filas a lideres del “grupo madre” mas proclives
a actuar en contra de los intereses extranjeros en el país, como Nur Mamman
(autor intelectual del atentado contra el edificio de la ONU en Abuja en agosto
del 2011) y otro de los terroristas mas buscados del país.
Expertos en la lucha antiterrorista aseguran que Ansaru
surge como reacción a la violencia indiscriminada de los de Abu Shekau – en un video emitido en junio del 2012,el grupo
renegaba de los métodos empleados por sus antiguos compañeros- el tiempo ha
demostrado que no nos encontramos ante ningún fenómeno novedoso. La escisión de
Boko Haram presenta los mismos elementos que podemos encontrar en otras organizaciones
de la zona; Salafismo violento (persecución de cristianos, animistas y
musulmanes sufíes, azotes públicos a hombres y mujeres por comportamientos no
ortodoxos, prohibición del alcohol y el tabaco, obligatoriedad del velo
femenino), operaciones propias del crimen organizado (la siniestra industria
del rescate de occidentales secuestrados), insurgencia de baja intensidad y una
enorme lucha de egos incompatibles entre sus lideres.
M23 (Republica Democrática
del Congo)
El M23 es una reedición del CNDP (Congreso Nacional para la Defensa del
Pueblo) de Laurent Nkunda, durante años el brazo armado de Ruanda en las Kivus
(Norte y Sur) las provincias más afectadas por la guerra en el este de Congo y
el grupo rebelde más grande y poderoso del país hasta 2009. Nace a principios
de abril del año pasado tras un proceso de integración fallido. Sus soldados y
oficiales son hombres de Nkunda, que el 23 de marzo de 2009 aceptaron convertirse
en partido político y unirse a las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC) – el
Ejército nacional – tras un acuerdo de paz. Es esta fecha la que da nombre al
movimiento, M23.
Después de tres años de teórica reconciliación entre enemigos, de compartir
el mismo uniforme y luchar contra los mismos unos 600 soldados, antiguos
miembros de la guerrilla, se amotinaron y volvieron a alzarse en armas contra
el gobierno de Joseph Kabila al considerar que las condiciones del acuerdo no
estaban siendo respetadas desde Kinshasa y criticando las malas condiciones en
las que se encontraba el ejército congoleño. Bosco Ntaganda y Sultani Makenga, números dos y tres del extinto CNDP encabezaron la insurrección
con la ayuda de otros conocidos exrebeldes de la milicia, Bertrand Bisimwa y Baudouin Ngaruyec.
El M23 (como en su día el CNDP de Nkunda) esta acusado de contar con el
apoyo económico y militar de Ruanda – el gran aliado de Estados Unidos en la
zona – y también, aunque en menor medida, con la colaboración de Uganda,
durante años la “niña mimada” del FMI, el Banco Mundial y Estados Unidos en la
zona.
Bosco Ntaganda, alias Terminator ha permanecido al frente del grupo guerrillero hasta hace poco mas de un mes. El pasado 18 de marzo después de años comandando a distintos grupos armados en el este del país, como el Ejercito Patriótico Ruandés (EPR), las Fuerzas Patrióticas para la Liberación del Congo (FPLC) o Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP) y también fuerzas gubernamentales en, Ruanda y Congo, Ntaganda – acusado de alistar menores de 15 años, asesinato y violación y esclavismo sexual, persecución y pillaje de la población – se entrego por sorpresa en la embajada norteamericana en Kigali. Una semana después comparecía ante la Corte Penal Internacional (CPI) acusado por la fiscalía de crímenes de guerra y contra la humanidad presuntamente cometidos en el conflicto armado desatado en la región de Ituri (noreste de Congo) entre 2002 y 2003.
La perdida de apoyo por parte del Gobierno de Paul Kagame – el guerrillero
convertido en estadista por obra y gracia de los lideres mundiales y el
inconsciente colectivo de todo un país – y las divisiones internas dentro del
M23 se apuntan como las razones para la rendición de Ntaganda.
Las desavenencias en el seno del grupo empezaron el pasado mes de febrero coincidiendo con el proceso de negociaciones en la
capital de Uganda, Kampala, entre el M23 y el Gobierno de Joseph Kabila, a
instancias del presidente ugandés, Yoweri Museveni. Y con el acuerdo de paz
para estabilizar el este de la República Democrática del Congo (RDC) y la
región de los Grandes Lagos que once
países africanos – los nueve países con los que comparte frontera –Angola,
Burundi, República Centroafricana, República del Congo (Congo Brazzaville),
Sudán del Sur, Tanzania, Ruanda, Uganda y Zambia- y Sudáfrica – firmaban el 24 de ese mismo mes en Adís Abeba.
El M23 quedaba dividido entre los partidarios de Ntaganda por un lado y los de Sultani Makenga jefe del brazo militar
del grupo (el Ejército Revolucionario
Congolés) por otro, mas partidarios de llegar a un pacto con Kinshasa. Un
acuerdo que sin embargo parece estar cada vez mas lejos de alcanzarse, ante las
posturas radicalmente distintas que presentan el Gobierno y el M23. Comandado
desde marzo por Makenga – con Bertrand Bisimwa como
líder del aparato político – una vez que
Terminator quedo eliminado del tablero
de guerra.
Una batalla interna que no ha sido mas que el reflejo
exacto de otra guerra, la que vive el país – un gigante con pies de barro - desde
hace mas de dos décadas. El conflicto más mortífero del
mundo, donde han muerto casi seis millones de personas y aún así, paradigma de
conflicto olvidado.